Por si no sabías, te contamos algo muy curioso: cuando la actual entrenadora interina de ACFC Becki Tweed y el entrenador de arqueros Dan Ball eran parte del cuerpo técnico de Gotham, fueron compañeros de casa por un año.
Según Ball, Tweed es la “persona más organizada que podrías conocer”.
“El lugar estaba impecable”, agrega el. “Ella pasaba la aspiradora siete veces al día y amaba limpiar los platos, aunque tuviéramos un lavavajillas, ella no lo usaba”.
Aunque haya un riesgo en trazar un paralelo un poco divertido, no hay que irse muy a los extremos para ver la conexión entre el entusiasmo de Tweed por lavar los platos a mano y algunas de sus cualidades que la definen como entrenadora.
“Es alguien que está dispuesta a trabajar duro, prestarle atención a los detalles y cuando las cosas están fuera de lugar, le molesta”, dice Ball, agregando que “es un placer tenerla alrededor”.
Desde que Tweed asumió el cargo en junio, Angel City está invicto, y quizás el cambio más notorio es la nueva palabra de moda en los entrenamientos: competición.
Eso no quiere decir que las jugadoras no eran competitivas antes, sino que esa competitividad se trasladó a su día a día de nuevas maneras, gracias a la entrenadora interina.
“Si le preguntas a la mayoría de las personas por qué juegan, dirían que juegan a ganar, ¿no?” dice Tweed. “¡O al menos eso es lo que espero que digan! Así que si juegas a ganar, tienes que lograrlo todos los días.”
En el contexto de entrenamiento de Angel City, eso se sostiene en muchos niveles. En el más literal, está la “Champions League”, una competición interna que comenzó al principio de la temporada, cuando cada equipo suma puntos todos los días con las diferentes actividades en los entrenamientos: desde el fútbol informal 7 contra 7 o el ejercicio de posesión.
Para ponerlo sencillo, los entrenamientos son más disputados y más físicos que nunca antes, con el objetivo de preparar a las futbolistas con lo que se van a encontrar en los duros partidos de la NWSL. Tweed agregó elementos de contactos en todas las sesiones, empezando con el calentamiento.
“Los partidos no siempre salen de la manera que quieres que sean”, dice Tweed. “La pregunta es, ¿cómo superar esos momentos? ¿Cómo se mantiene la calma en el caos? Creo que sí podemos recrear esas situaciones diariamente, nada será sorpresivo a la hora de los partidos”.
Y ese trabajo ya muestra sus frutos. “Si prestas atención, muchas más futbolistas de ACFC han ido a barrer en los últimos siete partidos”, dice Ball, “o disputaron la pelota en el aire. Están más cómodas con el contacto porque ya se acostumbraron en la entrada en calor”.
Y por supuesto, en juego están los minutos. “Tiene que haber algún tipo de valor detrás de la competición, dice Tweed.
“No podes esperar que un equipo entre a la cancha, compita, y luego solo entrene por cinco días”, suma Ball, “ahora competimos por cinco días y le mostramos al mundo esa competitividad en los fines de semana”.
Este énfasis en la competición interna no es sorpresiva, teniendo en cuenta que cuando le preguntan a la entrenadora cual es su parte favorita de su trabajo, contesta “ganar”. “No creo que haya ningún sentimiento mejor que ganar un partido. No creo que se vuelva aburrido o rutinario”.
El camino de Tweed comenzó en Bristol, en el sudoeste de Inglaterra, en una familia de raíces futboleras. Su papá era el entrenador del equipo de su hermano más joven y Tweed comenzó a jugar con los chicos y en la calle cuando tenía alrededor de diez. “No fue hasta que tuve catorce que el primer equipo femenino fue creado en mi club local”.
Ese equipo no contaba con demasiado. Tweed a veces jugaba a la tarde un partido en la misma ropa que su hermano usó en la mañana y solo entrenaban una vez en la semana. Pero a pesar de esta falta de recursos, ella recuerda ese tiempo con mucho cariño.
“Los otros seis días donde no entrenaba, simplemente iba a jugar con mis amigos”, recuerda. “Nos vestíamos para la ocasión e imitamos los tiros libres de David Beckham y jugábamos a los cabezazos o voleas hasta que se ponía oscuro y no se podía seguir jugando afuera”.
Estar en el equipo de chicas le hizo cambiar la perspectiva. Porque era algo nuevo—y muchas menos chicas en ese momento jugaban en Inglaterra—no eran tan buenas como los chicos. “Es muy gracioso no darse cuenta que hay por fuera de tu equipo local”, dice. “Cuando empecé a jugar con las chicas fue como ‘Oh, no estoy tan mal’”.
Tweed se mantuvo en Bristol City durante su adolescencia, eventualmente llegando al equipo mayor. “Cuando voy a casa y al club, aún hay mucha de la misma gente ahi, pero es muy diferente a lo que era”. Reemplazando al único equipo de chicas, cuando ella empezó, ahora hay uno para cada rango de edad, mientras que el equipo mayor juega en Ashton Gate, el mismo estadio donde juega el equipo varonil.
Bristol, como todos los equipos femeninos en Inglaterra exceptuando los más poderosos en ese momento, no era profesional. El club pagó los gastos de las jugadoras y no mucho más. Una vez que Tweed terminó sus estudios en la academia del club (que es literalmente una escuela que se suma al club, al contrario que en los Estados Unidos), ella empezó su camino como entrenadora en el equipo juvenil. En un principio, era un paso práctico—“quería trabajar en el fútbol pero no tenía la oportunidad de mantenerme con eso”, dice—pero al mismo tiempo se enamoró de ese aspecto del juego.
Tras un año en el club londinense Milwall Lionesses, Tweed llegó a los Estados Unidos. En Jersey Blues, un equipo de WPSL situado en Nueva Jersey, encontró el lugar indicado: además de jugar en el nivel más alto de Estados Unidos en el fútbol femenino, el club la conectó con oportunidades para entrenar en juveniles. Luego de un par de años yendo y viniendo entre Jersey e Inglaterra, pudo encontrar un trabajo a tiempo completo entrenando niñas en STA, en Morristown, Nueva Jersey.
Su amplio rango de experiencia, entre entrenar y ser entrenada—en un ámbito sin el apoyo económico necesario que le diera a niñas y mujeres la plataforma para ser exitosas en el deporte—le dio una conocimiento sobre la importancia del entrenamiento ajustado a cada futbolista.
“Cuando empecé a recibir entrenamiento, tenía 15 o 16 años”, dice. “En tus clubes locales, eran siempre voluntarios y padres. Estoy muy agradecida, pero miro hacía atrás y un poco me pregunto que hubiese sido si empezaba a los ocho”.
Tweed ascendió al fútbol universitario, ayudando a liderar el equipo femenino de Monmouth University a ganar el campeonato de su conferencia. A principios de 2020, envió su hoja de vida a la entrenadora en ese momento de Sky Blue FC, Freya Coombe. Con el equipo entró a “La Burbuja”—la primera Challenge Cup, disputada en Sandy, Utah en un ambiente cerrado en medio de la pandemia—y logró asegurarse un trabajo a tiempo completo cuando el equipo fue renombrado como Gotham FC.
Dos años después, Coombe le ofreció cambiarse a la costa oeste para ser parte del staff de Angel City FC.
En sus dos años en Gotham, Tweed logró formar su estilo como entrenadora. Trabajando con tres directores técnicos—Coombe, Scott Parkinson y Hugh Menzies—logró experimentar de primera mano qué cosas funcionaban y cuáles no. Otro aspecto formativo fue su experiencia como ayudante de campo de Tracey Kevins, director técnico de la USWNT Sub-20, en 2022.
“La Becki que llegó aquí en enero es notablemente diferente a la persona con la cual conviví un año”, dice Ball. “En Gotham tenía un rol más secundario, y ahora es el motor que impulsa. Tiene una idea muy clara de lo que quiere de las jugadoras en la cancha y del staff fuera de esta”.
La mediocampista Elizabeth Eddy jugó en Gotham cuando Tweed estaba allí, y está sorprendida por ese crecimiento desde el primer llamado que tuvo con la entrenadora interina, antes de su llegada al club a finales de junio.
“Becki me llamó y me dijo ‘esta es mi visión y aquí es donde te veo, así es como queremos jugar y encajas en el estilo’”, dice Eddy. “Ella fue muy clara respecto al estilo de juego. Pasó de ser una joven, agradable ayudante de campo a ser totalmente capaz de liderar un equipo”.
Este tipo de comunicación clara y transparente es gran parte de quien es Tweed como entrenadora, donde crear lazos de confianza con las jugadoras es la primera prioridad. “Puedes tener las mejores jugadoras del mundo, pero si no puedes lograr lo mejor de ellas, no importa realmente”, dice.
“A este nivel, tienes que saber el por qué”, continúa. “Crear estos lazos con las jugadoras donde ellas pueden confiar es muy importante en cualquier edad, pero en particular en el ámbito profesional. A este nivel, si no crees en lo que comunicas, lo saben”.
Hay un elemento de vulnerabilidad en esta dinámica. “En un punto, tienes que ser capaz de reconocer los errores. También está bien cuando las futbolistas pueden ver el partido de manera distinta y hablar al respecto. No puedes ser la entrenadora que dice ‘es mi manera o ninguna’. Necesitas tener tus ideas y tus convicciones, pero hay que tener la mente abierta para dejar que otros entren”.
Tweed aprendió también cosas sobre ella misma en estos últimos dos meses. Una de las lecciones más notables se traduce en lo que sucede en la cancha—la capacidad del equipo de manejar los partidos hasta el final.
“Tengo bastante calma bajo presión”, dice. “Si alguien me pregunta ‘¿Te estresas?’ diría que si. Pero en los últimos meses entrenando, no lo estuve tanto como quizás pensaba que estaría. Puedo respirar hondo y soltar. Puedo hablarlo y hacer que las cosas funcionen sin entrar en pánico al respecto”.
“Eso es algo que no sabía que podía hacer, en lo absoluto”.